El Mastín Español
(Por: Félix García)

La mayoría de los mastines sigue cumpliendo con la misma función que provocó su origen hace miles de años. La domesticación de los primeros rumiantes y la necesidad de proteger a los rebaños de los predadores.

El origen concreto del mastín español debemos buscarlo en el entorno de estas primeras domesticaciones, lo que no descarta la posibilidad de que en su formación hayan intervenido los primeros perros domesticados en la Península Ibérica para esta función.

De lo que ya no podemos estar tan seguros es de la tan afirmada ascendencia tibetana que se le imputa constantemente en la literatura cinófila. Ni hay datos concretos que lo confirmen como hipótesis ni es posible encontrar en la bibliografía que los mismos autores citan, las fuentes que les llevan a esta conclusión. Como suele suceder en estos casos los autores se limitan a repetir lo que otro dijo antes sin indagar en su origen.

Lo que si parece estar documentado es la presencia de perros en los rebaños que acompañaban a los romanos y que, si realmente eran “perros de ganado”, aportarían su sangre a los autóctonos.

La posterior implantación en la Península Ibérica de ganado ovino procedente del continente africano pudo también incluir otras castas caninas en la formación del perro de ganado peninsular.

La verdadera historia del Mastín comienza con el establecimiento del “Honrado Concejo de la Mesta” en el año 1273, aunque ya se reconoce la existencia de actividad ganadera trashumante en tiempos de los Iberos.

Esta organización legal de la ganadería extensiva y la gran proyección económica que va a obtener el sector, formado entorno a la selección de la oveja merina, es trascendental para la selección del Mastín. La importancia del perro de guarda de los rebaños está bien reflejada en las leyes que regulaban La Mesta y en numerosas ordenanzas que garantizaban desde la alimentación diaria hasta la pureza de la raza, e imponían graves multas por el robo de un mastín. Se decía en aquellas épocas que “durmiendo en la lanera tenían mejor cama que el séquito del rey”.

En estas excelentes condiciones debió mantenerse la raza hasta las primeras décadas del siglo XIX. La decadencia de La Mesta, que es abolida en el año 1836 y la reducción del número de lobos, cuyas poblaciones abarcaban a principios del siglo XX casi la totalidad de la Península cincuenta años después se reducía a la mitad y en los años setenta sólo preocupaban a los ganaderos de la montaña leonesa afectarían gravemente al estado y evolución de la raza.

 

El perro de ganado español por excelencia, está relacionado filogenéticamente con el resto de razas europeas y asiáticas dedicadas a la ancestral tarea de la vigilancia y defensa del ganado doméstico.

Este tipo de cánido doméstico debió de ser muy común en Europa y Asia, o incluso en el norte del continente africano, hasta épocas recientes, y su presencia habitual en todos aquellos lugares donde la ganadería, principalmente de ovino y caprino, debía de convivir en el mismo espacio que su más efectivo predador, el lobo.

Existen todavía perros de ganado en el Cáucaso y Rusia, en Turquía, Afganistán, Irán, Mongolia, Nepal, Tibet, Tedjikistan, Marruecos, Georgia y probablemente en muchos más. En Europa se conservan al menos en Yugoslavia, Hungría, Italia, Portugal, Bulgaria, Croacia, Grecia, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia y debieron de existir otras castas que con la  desaparición del lobo a principios del siglo XX y concluida así su razón de ser, tomaron el mismo camino que su ancestro salvaje.

Tipo mosoloide-lupoide, pelo espeso, líneas craneofaciales divergentes, austeridad, gran resistencia física y aptitudes como perro de protección de ganado, son características comunes en todos los perros de ganado del mundo. De ahí que los aficionados a la cría de estos perros deban preservar con celo estos atributos.

LAS CUALIDADES DEL MASTÍN

La capacidad para resistir caminatas de hasta treinta kilómetros durante varios días y la escueta, aunque garantizada alimentación, están registradas en la historia de la trashumancia.

La capacidad materna y la fortaleza propias de la raza las describe muy bien un estudio elaborado en el año 1980 (la fecha, por lo reciente, tiene su importancia). “En condiciones normales en el medio rural o en los puertos de montaña, la hembra prepara su nido escarbando y adecuando la cama debajo de cualquier mata. Allí aloja sus cachorros y permanece de forma continua con ellos hasta su primer o primeros días de vida”. Y continúa más adelante: “En días sucesivos la hembra sale con el ganado y vuelve periódicamente para amamantar a las crías, pasando con ellas toda la noche”.

El ganadero o criador consecuente debe considerar las carencias de estas características  motivo suficiente para suprimir de su programa de cría a los ejemplares afectados. Los “criadores modernos” no deberían estar orgullosos del número de inseminaciones artificiales que realizan y de su habilidad en la crianza de cachorros con biberón.

 

La obsesión en la selección de factores concretos (desmesuradas pieles, cráneos planos, líneas craneofaciales paralelas, tórax sobrados, hocicos demasiado cortos) y la eliminación sistemática de otros (la rica variedad cromática por ejemplo) pueden convertir innecesariamente a una raza funcional en otra que acabará viviendo de los recuerdos. La crianza dirigida a conseguir ejemplares más exagerados y masivos, o con más arrugas que dignidad, no está haciendo más sanos, útiles y bellos a los mastines, más bien todo lo contrario.

Las autoridades zootécnicas internacionales comienzan por poner freno a la crianza selectiva en los casos en que ésta no respeta la fortaleza y morfología propias de la especie.

Entre las cualidades del Mastín destaca la aptitud de guarda de ganado que ha sido desarrollada por los ganaderos a través de los siglos. Sorprende, incluso entre los conocedores de la raza, el vínculo que llega a crear con el rebaño. Protegen a la oveja recién parida o el hatajo perdidos en el monte hasta que son localizados, o vuelven desde la seguridad de la majada y en plena noche a buscarlos. Son también habituales los casos de perros alejados involuntariamente de su rebaño que buscan éste sin descanso o se integran en uno ajeno.

Algunos con exagerado celo, no permiten el acceso de otro animal de la misma especie en el rebaño. Incluso el propio dueño puede tener conflictos con el perro por el hecho de infringir daño a los animales o simplemente por presentarse en el recinto del ganado a medianoche.

El especialista en conducta canina D. Rafael Casado define así la tipicidad funcional de la raza: “La idiosincrasia conductual de un ejemplar cuando genéticamente es apto, se manifiesta espontáneamente en el medio natural que le es propio, en él se dan las circunstancias que provocan las respuestas deseables para desarrollar su función. La cultura del la trashumancia, que determinó hasta el número de ejemplares necesarios en cada rebaño, ha sido un marco idóneo para la selección y desarrollo de la raza”.

En una reciente y exhaustiva publicación sobre la trashumancia encontramos esta cita que hace referencia al sistema que forjo la estirpe de los mastines: (En el siglo XVI) Los “serranos” llevaron a cabo, por primera vez en Europa –y por ende en el mundo- la primera selección genética hacia un objetivo concreto: la finura de lana (…) Todo ello en una raza rústica y resistente, capaz de realizar desplazamientos de más de 30 km diarios  (…) Además junto con la raza merina también se desarrollaron y perfeccionaron algunas razas caninas –perro mastín leonés-, equinas, vacunas (…) y porcinas, perfectamente adaptadas al medio ambiente en que se desenvuelven.